domingo, 22 de enero de 2012

LA EUCARISTIA EN NUESTRA VIDA

         Jesús nos dijo: "Haced esto en memoria mía" y la Iglesia lo está haciendo desde hace más de 2.000 años. Lo que sucedió entonces en Jerusalén tiene lugar aquí y ahora cuando celebramos la Eucaristía y nosotros somos parte de ella.
En la misa todo es misterio: realidad que supera la mente; sólo lo capta la fe, se vive en el corazón y se nutre el alma.
Jn 12, 24 "Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere no da fruto". Jesús antes de se resurrección dispone de un cuerpo individual, después de ésta, es un cuerpo nuevo, obra del Espíritu Santo y de su Madre la Iglesia. La Iglesia es su Cuerpo.
En la Eucaristía se hacen dos invocaciones:
1) Se invoca al Espíritu para que consagra el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
2) Después se le invoca para que consagre a los participantes en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Consagrar es acción del Espíritu, al consagrar el Espíritu toma posesión de una criatura, la introduce en Dios, la transforma por dentro, la configura con Cristo, la unge y penetra en la santidad de Dios, la deifica.
La vida del cristiano nunca es una vida inútil, es una Eucaristía con Cristo.
Todo cristiano es oferente y ofrenda, sacerdote y sacrificio junto con Cristo y la Iglesia.
Oferente en virtud de su sacerdocio real: 1ª Pedro 2,9 "Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real" Todo bautizado puede ofrecer el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y junto con él, su propia persona, su familia, la Iglesia, el mundo.
Y cada cristiano es ofrenda por ser miembro vivo del Cuerpo de Cristo.
Procura ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios. No desprecies lo que el poder de Dios te ha concedido. Haz de tu corazón un altar, toma en tus manos la espada del Espíritu y presenta al Señor tu cuerpo como sacrificio, oblación unida a la de Cristo.
La Eucaristía es el momento de unir a la pasión de Cristo nuestros sufrimientos y los de nuestros seres queridos, losa sufrimientos de la Iglesia y los de toda la humanidad.
Decimos a menudo "voy a misa todos los días y mi vida no cambia". Deberíamos preguntarnos ¿es tu vida una misa continuada?. Vivir la Eucaristía es entregar la vida por los hermanos, quien vive la Eucaristía no puede seguir como siempre buscando sus intereses, siguiendo sus gustos. Ha de estar dispuesto a ofrecer en favor de sus hermanos, su tiempo, su atención, sus habilidades, su persona.
"Nada de vosotros retengáis para vosotros mismos, para que enteros os reciba el que todo entero se os entrega" me reciba con lo bueno y lo malo que hay en mi.
“Vino a los suyos y los suyos no le recibieron" Jn 1,11. Porque vino disfrazado de carpintero, de predicador ambulante, de amigo de pecadores. La historia se repite y hoy Cristo viene y se esconde en la comunidad, en los pobres, indefensos, marginados, pecadores en los que me caen mal, en los que me fastidian. En la Encarnación, Cristo se hace presente en todos y cada uno de ellos y ahí continúa escondido y callado y nos dice hoy: en las personas buenas y bellas es fácil verme, pero en los malos y desgraciados es difícil porque estoy revestido de su fealdad, miseria y pecado.
Para descubrirme en ellos tienes que verme como me vio el profeta Isaías “sin gracia, ni belleza, depreciado, deshecho de la humanidad, hombre de dolores”. Desde cada uno de ellos, Cristo clama al Padre.
En su Cuerpo Eucaristía, Cristo está para que nos alimentemos de él, en su Cuerpo Místico, los hombres, la Iglesia, para que le alimentemos con nuestro servicio y amor.
Lo que nos alimenta no es lo que vemos (pan) si no aquello en lo que creemos (el Cuerpo de Cristo).
A la invitación del Maestro “tomad y comed esto es mi Cuerpo”, nuestra respuesta ha de ser “Señor, toma y come, esto es mi cuerpo, mi sangre, mi vida”.
Nuestra participación en el Cuerpo y la Sangre de Cristo no hace otra cosa sino convertirnos en lo que comemos.
La recepción del Sacramento hace que nosotros seamos sacramento (señal de su presencia) para otros en nuestro entorno; y la fe hace que otros en nuestro entorno sean sacramento (señal de su presencia) para nosotros.

Gloria al Señor.

Prado.

sábado, 7 de enero de 2012

CONSOLAD A MI PUEBLO

(Poniendo orden en el escritorio he encontrado esta enseñanza que nos dió Dalia, no recuerdo la fecha, pero seguro que hacía calor, sería por primavera. Como hoy no hay oración de alabanza, estaba como que me faltaba algo, y "casualmente" he decidido transcribir la enseñanza, "casualmente" eran las 17.30 cuando he empezado).

Dios se conmueve ante las lágrimas de su pueblo, de sus hijos y ahí, viendo nuestra realidad, viene a consolar.
En Éxodo 3.7 El Yo Soy dice a Moisés: "he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos". Él ha oido y visto todo lo que hay en ti en estos días y las situaciones que estás viviendo. Un brazo poderoso descenderá para sacarte de esta esclavitud, que es de angustia y de dolor. Salmo 76.3: "Busco al Señor en el momento de mi angustia; de noche, tiendo mi mano sin descanso, y mi alma rechaza todo consuelo". Dios escucha toda súplica, toda angustia; con fé digámosle hoy Dios es mi pastor, Dios es mi consuelo.

En Mateo 11.28 nos dice el Sñor: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré". No hay corazón como el de JesuCristo para comprender y consolar. Mirad... cuando fuimos llamados a vivir el reino, se produjo en nosotros un cambio de vida y de formas; en este proceso somos cada día más de Dios y menos del mundo y este cambio suscita muchas veces desencuentros con los que están cerca, e incomprensiones con los de la familia.

Amamos por amor a Dios a todos los hombres, pero somos la mayoría de las veces rechazados y apartados y como ya he dicho incomprendidos... y SUFRIMOS. El Señor, que ya sabía todo esto deja dicho en Mateo 10.34: "No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada.35 Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; 36 y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa." ¡Es Palabra del Señor, no esperemos ser comprendidos!.

La gran suerte es que ante situaciones difíciles, sean espirituales o temporales, Él estará siempre con nosotros y diremos Dios es mi pastor , Dios es mi consuelo. Mirad... ya no es el profeta mandado por Dios el que tiene que consolar; es el mismo Dios, por medio de jesucristo quien da su consolación porque nos dá su Espíritu Santo, que es Señor y dador de vida, que reconforta, que reconstruye y restituye y es la boca del mismo Dios quien nos anima "no tengais miedo" " yo estoy cerca, tan cerca que vivo en ti, porque tú estás en mí, yo te comprendo, yo te escucho , yo te consuelo". Y su pueblo dice Amén, si lo crees dí Amén.

Uno de los momentos que más me enternecen y mi corazón se llena de amor es cuando algún hermano o hermana llora o solloza y otro/a se acerca a consolar, qué cerca está el Señor en esos momentos, la comunidad crece en unidad, en caridad verdadera y en amor fraterno: una mano en el hombro, un abrazo, una oración en silencio,...sí hermanos Dios consuela a su pueblo,dichosos los que lloran porque serán consolados.

Por eso bendigamos al que nos hace llorar y ¡alégrate! porque tu llanto es recogido en el consuelo de Dios, deja tu hacienda en manos del que hace NUEVAS TODAS LAS COSAS Y TRANSFORMA TU DOLOR EN GOZO. Amén

El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
2 El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
3 y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
4 Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
5 Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
6 Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo. 

Dalia